« Al principio y al final de un trayecto siempre hay una emoción, porque de lo contrario no sería un proyecto […] Conviene, pues, echar por la borda todo el pensamiento aristotélico que ha plagado la cultura occidental insistiendo en la irracionalidad y la perversidad de las emociones […] Resulta tan contraproducente no saber controlar las propias emociones como no tenerlas. Es sabio desconfiar de cualquier proyecto que no parta de una emoción. »
El viaje a la
felicidad
2007