En el último piso de la casa,
justo bajo las cámaras y en una pequeña habitación que aprovechaba el hueco de
la rudimentaria escalera –de enormes escalones, por cierto- se ubicaban las
trojes, un pequeño granero doméstico con segmentaciones hechas de tabiques de
ladrillo y bien aireado, en las que se guardaba el cereal preservándolo de la humedad
del suelo. En estos casos las palabras olvidadas dejan morir también la memoria
de los aromas que concernían, aunque perviva aún intensamente en el recuerdo de
quienes lo hemos conocido.