miércoles, 4 de enero de 2012

DE CÓMO CULTIVAR ESTRELLAS


            Podría decirse que tengo más de doscientos cincuenta años y, sin embargo, no he pasado de los treinta. La única ventana abierta a mi niñez y mi juventud es la noche. Mirando las estrellas creo atrapar en la luz de los sueños mi pasado. He venido hasta aquí por ello, buscando una noche perfecta.
            Y si hay noche oscura y estrellas al alcance de los dedos, hay silencio, maestro. El corazón de la noche es siempre una pequeña luz palpitante que enciende y apaga los recuerdos en la intimidad del silencio interior.

            Hay miles de razones para seguir cultivando grandes extensiones de recuerdos, para vivir. La noche precede al día, el silencio a la música, la muerte al renacer, la duda a la certidumbre, la ausencia a la añoranza, la añoranza al reencuentro.
            En estas noches perfectas he soñado tantas veces con Sofía. ¿Por qué he vuelto si ella no está aquí? La busco en las estrellas, me busco en ellas a mí mismo. Y he tenido la tentación de creer que puedo volver a tenerla conmigo sólo con desearlo.
            Ahora crepita el fuego. Deseo que ella venga con nosotros, al calor de esta infinita añoranza. Confundo su rostro entre las llamas, dibujo entre las brasas mi desorientación, intento elevar como ese humo mis pensamientos hacia el cielo y…
            Alguien llama a la puerta.