domingo, 4 de diciembre de 2011

REVELACIÓN IMPONDERABLE

            Si de todo aquello que he visto y conocido en las últimas semanas, bajo este extraño calor de otoño, tuviera que hablaros, Jean Jacques, de lo que más me ha emocionado, no albergaría duda alguna: es la mujer.
            Creo entender por vuestras largas explicaciones que hay una buena parte del ecumene en el que todavía no se admite la igualdad entre ambos géneros. Esto no desmerece la fascinación que siento al observar tan maravilloso cambio. Siempre pensé que el patriarcado era un dominio antinatural aunque vos os hallabais todavía bajo el influjo de algunos de sus prejuicios. Y no entendía la importancia de la fuerza como cosa de hombres. Si de los hombres y sólo de ellos son cosas como las guerras ¿he de añadir mucho más?

            Pero qué agradable desafío de naturalidad, qué belleza omnipresente en el desparpajo del vestir; esa magnífica riqueza de atuendos, desde el pantalón -parece que se inventó más para ellas que para nosotros- hasta el traje con falda de talle ajustado. Qué luz despierta su mirada viva, hiperactiva, inteligente; la luz de la confianza en el hoy y en el porvenir. Ellas generan confianza también, son la resistencia dentro del caótico devenir de estos tiempos, o como se dice ahora la resiliencia.
            En este orden natural de las cosas que intentamos vos y yo leer fielmente, su posición y su estatus parece ahora más coherente, pero ¿el nuestro?
            Somos los cazadores y ellas las recolectoras; una manera muy distinta de interpretar indicios en el entorno. Por cierto ¡quién reconoce ya este maldito entorno! Intuyo que no soy el único que hierra en percepciones y previsiones con respecto a la realidad inmediata. Si son tiempos de adaptación y prudencia, he aquí un nuevo argumento a favor de las recolectoras, ¿no creéis?  Antes de dar por bueno el fruto hay que buscar en el acerbo de la experiencia toda información relevante, probar con suma precaución, recoger, garantizar su conservación, mantener el recurso…
            Oh, la mujer. Sólo la sensibilidad femenina nos conducirá a la regeneración, a nuevas soluciones para viejos problemas, a sanar lo que ha enfermado, actuar sin reservas.
            Disfrutemos de su belleza, veneremos sus talentos, conciliemos nuestras visiones, reconozcamos y demudemos nuestra estúpida prepotencia.
            Me siento cómodo en este nuevo mundo, Jean Jacques: doctoras, conductoras de autobuses, policías, psicólogas, alcaldesas, maestras, arquitectas. Desconfiemos de quienes dan la espalda a este principio de la nueva era. Luchemos para que sea fundamento firme e irrenunciable. Ocupemos el lugar que nos corresponde y seamos persistentes, como ellas, en la polivalencia y la ubicuidad.
            Me habláis de que sin compromiso no hay nada. He aquí una primera dimensión de compromiso posible. Porque amarlas,… es imposible no hacerlo.