El
lenguaje no es suficiente si no escuchas pronunciar las palabras. El lenguaje
no es suficiente si no observas unos labios dibujarlas con precisión. El
lenguaje no es suficiente si no ves unas manos que escriben y una constelación de
símbolos entrelazados esperando a ser descifrados. Por ello, la radio es una
conversación necesariamente imperfecta.
A mi
lado, un hombre. Un hombre con dudas y por ello más hombre. Serenamente
consciente, profundamente concernido por la vida. Se llama Emilio y como buen
amigo ha decidido someterse a una entrevista sin máscaras ni límites, que
comienza ahora
-
Buenas noches, Emilio.
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Buenas noches, Sofía.
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¿Puedes decirnos quién eres, de dónde vienes?
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Bueno, hasta donde yo sé procedo de una región
de Francia en la que fui recogido por mi maestro y adiestrado de un modo
diferente al que era habitual en aquel tiempo. Soy, por tanto, de algún modo el
producto de un experimento pedagógico.
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¿Solamente eso?
-
No, evidentemente. Tu pregunta es certera. Ha
sido una de las constantes en mi vida. ¿Quién soy? ¿De dónde procede mi
naturaleza? ¿Por qué es tal y como yo la conozco? Sospecho que no soy demasiado
original en ello, pero es inevitable.
-
Y ¿cuáles son tus conclusiones?
-
De momento no demasiadas. Una de las ideas que
me seducen es que no hay un solo origen. De otro modo no me explicaría las
aparentes incoherencias entre mi personalidad y la de mis progenitores
biológicos. Tal vez la existencia sea el resultado de algún tipo de
reencarnación sucesiva en la que se va curtiendo un tipo de carácter, una
paleta de inquietudes, una serie de conflictos o desafíos. Por otro lado me
parece pretencioso concederme el privilegio de poseer un ser diferenciado e
inmortal y pienso que realmente podemos constituir tan solo una insignificante
manifestación de una realidad que nos sobrepasa y nos contiene.
-
¿Ser trascendente o parte instrumental?
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Demasiado complejo ¿verdad? En el fondo todo se
reduce a una pregunta: ¿por qué? ¿Por qué vivir? Yo he cometido el error
durante mucho, muchísimo tiempo de pensar que se vivía para buscarle el sentido
a la vida, para obtener más y más conocimiento y comprender gracias a éste el
por qué de la vida misma. Pero es mucho más sencillo. Se vive para vivir, nada
más. No hay que buscarle explicación. Y cuanto más intensamente se vive, más
razones encuentras para vivir.
-
Entonces ¿no vale la pena el conocimiento?
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Sí, por supuesto. Vivir intensamente nos lleva a
tener un enriquecimiento constante en nuestras interacciones con nuestro
entorno y nuestros semejantes. El conocimiento es la herramienta perfecta para
perfeccionar estas relaciones y para permitirnos una sana relación con nuestro
propio yo.
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Hablas de nuestro yo como si fuera un tercero.
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Es que lo es, Sofía. Es otra herramienta que nos
permite mantener este flujo de interacciones y cuanto más lo conocemos, mejor
funciona. No hay espacio para el egoísmo, ni tampoco para el personalismo. Es
ridículo. Cualquiera de nosotros es, o bien una criatura en perpetuo proceso de
reencarnación y perfeccionamiento, o bien una ínfima parte de algo mucho mayor
y común. ¿Qué sentido tiene creerse superior a otro o merecedor de mejor
suerte?
-
Bueno, Emilio. Nos estamos yendo demasiado por
las nubes. Quiero reflexionar sobre algo que sé que has experimentado
recientemente: ser padre. ¿Qué se siente
al encontrarse después de muchos años con un hijo al que no se conocía?...
(CONTINUARÁ)