viernes, 4 de diciembre de 2015

LA VIDA SIN NOSOTROS

                Desde que desperté del coma experimento una profunda alteración: escucho los pensamientos de las personas que están cerca de mí. Nada he comentado a Sofía, ni a Zenón; sería embarazoso. Y desde el primer momento trato de librarme de semejante tortura, sin suerte, por cierto.
                Aunque os pudiera parecer lo contrario, aborrezco escucharos. Me desespera la falta de silencio y, a la vez, me aleja de mí mismo. Cada vez me cuesta más acomodarme en mi interior a meditar, a sentirme por dentro.
                Y es que, si al menos algo de lo que oigo fuera de interés, de una mínima profundidad o sensibilidad. Pero no. ¿Os habéis escuchado alguna vez vosotros mismos? Toda vuestra acomodada cobardía, todo vuestro egoísmo –creo que más cercano al autismo que a un simple mecanismo  de autodefensa-, toda vuestra interesada ignorancia, el tozudo individualismo, la indiferente reincidencia en el sometimiento del prójimo, y tantos otros lamentables vicios de reconocido prestigio.
                Lo único que os diré de Sofía y Zenón es que, en ocasiones tienen miedo; miedo a no poder salir adelante, a no estar a la altura, a que todo los que nos rodea se transforme  en un gran bazar en el que cada cosa tenga un precio y solamente los acaudalados puedan disfrutar del aire, del agua y de la tierra.
                Callad de una vez, malditos charlatanes y escucharos en silencio. Sobre vuestro tumulto se edifica la ignorancia; sobre vuestra ignorancia, el sometimiento, y sobre el sometimiento, la perpetuación de una insensata dominación que no podrá restablecer el equilibrio del mundo cuando éste quede definitivamente conmovido.
                La vida seguirá, pero ya sin nosotros.