viernes, 4 de septiembre de 2015

EL ESPACIO

                La distancia entre Emilio y yo es a menudo consecuencia de una correlación de hechos físicos, constantes carambolas del ir o venir que nos ocupa, pero también puede deberse a una infrecuencia  de estados metafísicos que ensanchan el espacio entre nosotros expandiendo el interior, desplazando a la periferia latente la presencia del otro.
                En esa inmensidad la comunicación queda reducida a una palpitación íntima. Es lo más parecido a la libertad que yo conozco. Y es el estado en que acaba de ingresar Emilio.
                Y es también el mayor estado de sufrimiento que conozco; sólo regresará cuando logre consolar el dolor de la impotencia que le produce todo aquello que no comprende. 
                En ocasiones he sentido que la palpitación que nos unía era la última. Y cuanto más última, más íntima. Y cuanto más íntima, más pródiga. Hasta sublimar la conciencia en una suerte de comprensión mutua que acababa despertando de nuevo su ansia por vivir.
                Y volver a nacer. Al contraer el espacio entre nosotros y amarse. O ser amado.
                Pero hasta ese momento…