martes, 4 de marzo de 2014

AROMAS EN LA PENUMBRA

                Había algo en aquella situación que incomodaba a Sofía. No era el hecho de ayudar con más frecuencia a Jean Jacques. No había en ello nada digno de relevancia. Y, sin embargo, evitaba observar al maestro cuando él hablaba, extraviaba involuntariamente la mirada en cualquier dirección, callaba y escuchaba.

                Hasta que un día Jean Jacques le pidió que cerrara las contraventanas, con el falso pretexto de desear un poco de penumbra. Ella no lo vio venir. La oscuridad invadió por completo la biblioteca y el silencio se vistió de aromas: aromas de papel anciano, madera rancia, tinta, indeleble ceniza.

                Un leve chasquido de los labios, despegando perezosamente la sequedad que los atenazaba. Aromas de duda, de jabón, de ropa limpia y fresca, de intimidad. De ahora sí, Sofía, podrás hablarme sin avergonzarte y mirarme mientras me hablas.