Creedme. Lo extraordinario es necesariamente fugaz.
Y esta
verdad, en cualquier caso, puede afectarnos de dos maneras: o bien vemos pasar
desde nuestra acomodada, lenta e irrelevante vida los destellos fugaces de todo
aquello que vivirán otros, o bien subimos al vértigo del atrevimiento y dejamos
que lo extraordinario penetre en nosotros.
Pero
cuidado. En este último caso la vida será
intensa y pasará en un suspiro, sí, ante las acomodadas, lentas e
irrelevantes vidas de los demás.