La
única partitura que creo poder seguir en este momento es una partitura en
blanco, una especie de configuración organizada del silencio.
Porque
el silencio no es plano, no es incoloro. El silencio es la conquista de un
relieve. A veces lo imagino cuando escucho música tribal, de obsesiva
percusión. El sonido asciende formando increíbles relieves y, de pronto, todo
enmudece cayendo en la inmensidad de un profundo valle. Desde allí abajo puede
sonar un lejano rumor y comenzar a construir de nuevo el sonido, de nuevo la
música.
No me
encuentro identificado en estos momentos con las alturas de la estridencia
elemental de un ritmo feroz. Estoy abajo. Estoy cansado, en silencio,
escuchando lejanos rumores que no me amenazan.
Dejadme
un poco más aquí solo.