Tenía por costumbre Ramón
Trecet, en su inolvidable Diálogos 3, aplicar una estrategia promocional infalible
cuando nos descubría un nuevo talento: repetía y repetía hasta la saciedad la
reproducción de determinados temas. De este modo, de la repetición pasábamos a
la familiaridad, de la familiaridad a la sensación placentera y de ésta última
a la intuición de coherencia (ver Daniel Kahneman).
Visto desde una perspectiva
crudamente psicológica esto no es más que un juego de adicción más o menos
blanda que captura los circuitos límbicos, los mecanismos del placer. Pero esta
es una interpretación de la realidad torpe, parcelada, insulsa.
El ser vivo es una máquina
auto-organizada, cuyos componentes -poco fiables, por cierto- se renuevan
constantemente de manera que el organismo permanece idéntico a sí mismo. (ver
Edgar Morin); es un sistema abierto. Esta cualidad crea una relación de
permeabilidad adaptativa de una complejidad inimaginable.
Me río de los neurólogos cuando hablan del cerebro sin
pensar que la masa atómica (lo que podríamos considerar realmente materia) es
irrelevante dentro del basto espacio de un átomo. El cerebro es un inmenso
vacío, como el organismo entero, como todo lo que nos rodea.
Ah, amigos, qué tragedia. O no. ¿Cuál es la cualidad
del vacío?
«Cuando
el viento poderoso se detiene, las oquedades se vacían de silencio.», dice
Zuang Zi. Y es que el Tao abraza el vacío como la fuente irreductible de todo.
«No aprehendemos con
facilidad el hecho de que el vacío es creativo, ni que el ser emana del no ser,
al igual que el sonido emana del silencio y la luz del espacio.», dice Alan Watts.
Entonces,¿la música se
escucha?,¿se absorbe?,¿se decanta?,¿se precipita?,¿fluye?,¿se inocula? Y dentro
de ese sistema abierto, de ese organismo permeable y en constante
transformación ¿de qué manera interviene la música?,¿puede atravesar la materia
atómica?,¿puede transformarla?,¿puede llegar a nuestro vacío inmanente?,¿puede transformarlo?
Dicen que los aromas
acceden a mayor profundidad en nuestra memoria. Yo creo que cuando la música alcanza
esas profundidades con la misma o mayor intensidad que los aromas es porque el
cauce se ha desbordado hacia la dimensión de nuestro vacío sustancial.
Y aun así, hay más.
Cuando escucho Solas tengo la
sensación de que es un conjunto orgánico, no mecánico; es decir, que no es un
todo formado de partes que se unen, se encajan y funcionan más o menos
afinados. Ellos tienen la cualidad de una semilla que ha sido plantada y
desarrolla su esencia hasta formar un organismo completo. «Un árbol no está
hecho de madera: es madera.», dice Alan Watts. Y continúa: «La semilla crece en
la planta a causa de una expansión que tiene lugar en su interior y sus partes
u órganos diferenciables se desarrollan simultáneamente, a medida que ésta se
expande.» Es el proceso de la vida, es la ley natural -Li-. El orden orgánico frente al orden mecánico. «Li es el orden asimétrico, no repetitivo
y no reglamentado que reconocemos en los dibujos que forma el agua al moverse,
en las formas de los árboles o de las nubes, en los trazos que deja la escarcha
sobre los cristales o en la distribución de los guijarros en la arena de la
playa.»
Seguramente disponemos de
un lenguaje universal, más allá del ideograma, más allá de la empatía, más allá
de lo sensible, y todavía no sabemos utilizarlo para el bien común.