- He
visto tan depauperada la salud del maestro, Emilio. Tengo miedo. Hace tiempo ya
que parece vivir en otra dimensión, agarrado a nuestras cosas por un hilo de
conciencia. Un finísimo hilo quebradizo que puede partirse en cualquier momento.
- Lo
sé. Pero yo lo veo de otra forma, Sofía. Creo que es como esos árboles que son
derribados por una tempestad y sus raíces quedan aún aferradas al suelo
desesperadamente. Los ves tumbados, aparentemente derrotados por la vida y en
cambio siguen verdes, tienen hojas, resisten. Cualquiera de esas ramas
testarudas que arrastran por el suelo echa raíces y se convierte en un nuevo
brote. ¿No te das cuenta? Es una
metamorfosis, un renacer.
- Sí,
es curioso. La vida, en cualquier circunstancia se aferra a la más mínima
posibilidad de supervivencia. Es obstinada, es perseverante, es milagrosa. Tres
adjetivos que podría llevar Jean Jacques escritos en la frente. Oh, viejo
testarudo.
- En
efecto, vida, al fin y al cabo. Obstinada, perseverante, milagrosa y reflexiva.
-
¿Reflexiva? Si la vida es un imperativo per
se, ¿por qué reflexiva?
-
Porque se reconoce a sí misma, porque se transforma a sí misma, porque se
explica a sí misma, porque se ama a sí misma y se reproduce a sí misma.
- ¿Qué
será del maestro?
-
¿Todavía no te has dado cuenta?