Puede
que sea irrelevante, pero no me abandona la sensación de estar desafinado. Cada
parte de mi cuerpo y mi propia mente van por caminos distintos. El desacuerdo
hace que camine como un pato por la mañana, o que tire al suelo el objeto que
iba a coger, que el dolor modifique de manera pertinaz mi humor, o tal vez que me equivoque al abotonar la camisa.
Añoro
aquella conciencia de saber todo mi yo armonizado, como una orquesta en la que
cada instrumento se sentía orgulloso de su momento en la partitura y se sumergía
a la vez, diligente, en la anónima comunión del conjunto.
No dejo
de preguntarme qué puede faltar ¿Tal vez un director de la orquesta? Pero ese,
en todo caso, debería ser yo mismo. ¿Una partitura?
¿Qué
partitura estaría dispuesto a interpretar a partir de hoy?