«Si el Zen hace uso
de las palabras y el lenguaje, les otorga el mismo valor que a simples monedas
para el trueque o intercambio. Cuando tenemos frío, no podemos taparnos o
abrigarnos con las monedas; si tenemos hambre o sed, no podemos masticarlas, ni
tampoco beberlas […] Una y otra vez olvidamos esta verdad tan evidente, y así
no cesamos jamás de acumular monedas, guardándolas a buen recaudo y
ambicionando aún más. Pues bien, lo mismo sucede con las palabras.»
Zen
1958