Dos
camaradas frente a mí observan la nada.
En ello, la nada bajo su mirada se convierte en relato.
Uno
incardina todo lo observado en una relación de continuidad y lo embotella en un
vidrio opalino otrora llamado memoria narrativa. La amasa y espera que fermente.
Ultimado el brebaje, de cuando en cuando lanza una de las botellas
abandonándola a su suerte.
El otro
respira profundamente atrayendo hacia sí todos los aromas, todos los colores,
todos los sonidos mientras cierra los ojos. Y bebe de esa fuente hasta caer en
trance, el trance se convierte en sueño, el sueño en aventura, la aventura en
reto, el reto en indagación.
De
cuando en cuando éste tropieza con botellas de memoria gran reserva.
De
cuando en cuando aquél siente el penetrante aroma del surgimiento mutuo.