Acabo
de leer un magnífico artículo de Joaquín Urías recordando el éxodo republicano en la persona del poeta Antonio Machado.
No hace
mucho que confesé a algunos buenos amigos que no reconozco más patria que
Machado; una patria expatriada cuyos restos reposan en el cementerio de
Colliure.
Mis
compatriotas sufren profundamente, sufren íntimamente, sufren desesperadamente
mientras nosotros pasamos de puntillas por la solemnidad del reconocimiento, de
la manifestación, de la consternación.
Sentado
a una buena mesa, comiendo en silencio,
se me atraganta el último bocado y ya no me dan pena ellos, sino yo, que
he olvidado mis orígenes y mi destino una vez más.
Maestro,
si puede oírme, le pido humildemente perdón. Prometo esforzarme para ser digno
de su paisaje.