Zenón ha
regresado antes de hora del trabajo. No estaba enfermo.
A veces
las noticias se llevan por delante el suelo que pisamos, la certidumbre, la
perspectiva del camino que ayer veíamos claramente cómo serpenteaba
invitándonos a soñar promesas de futuro.
Las
madres lo comprenden de inmediato. Le enseña la foto de su amigo en el móvil. “Hace
tan solo dos semanas tomábamos juntos unas cervezas”.
Y
vuelve a mi mente la imagen del árbol derribado por el viento, agarrado a
tierra a penas por una raíz y reverdecido.
Si la
vida es un imperativo per se, si el conocimiento es consustancial a ella, ¿qué
demonios es el sufrimiento? ¿Cómo ligan vida y conocimiento? ¿En qué nos
estamos equivocando?